EN LA MIRADA

Sin duda fue uno de los proyectos en los que más he disfrutado. 2017. Un DJ, DeCanela, me pide que colabore con él y con una persona que trabaja en centro de ayuda a drogodependencias para realizar unos talleres de prevención de adicciones con chicos y chicas que están matriculados en Centros Socilaborales. Por mi experiencia como docente, que acaba de cerrar tras jubilarme un mes antes de esta propuesta, conozco al tipo de personas que el sistema educativo deriva a esa salida de emergencia. Son alumnos y alumnas que se engloban dentro de ese cajón de sastre que representan los alumnos en riesgo de exclusión o de abandono prematuro del sistema educativo. He trabajado mucho con ellas y con ellos y, sin duda, es en el contacto con esas personas donde más he aprendido como docente y como persona.
Me involucro en el taller. Mi tarea consiste en fotografiarles y grabarles mientras dura la sesión que dirigen las otras dos personas. Al final yo participo hablándoles de lo que significa mirar, de la experiencia de mirarles y verles, tal vez, de una manera que da como resultado una imagen que no es una pose. Es mi trabajo: invisibilizarme para ellas y para ellos de manera que cuando dispare mi cámara capte personas, no personajes.
A lo largo de las sesiones voy dedicando un tiempo a captar miradas. La mirada es, lo sostengo siempre, algo complejo. No es un órgano de los sentidos pero sí es un órgano de la conciencia. Es en ella donde nos encontramos con lo humano e, incluso, con aquellos animales que forman parte de nuestra familia filogenética. Mirar la mirada de alguien que no te está mirando a ti es un viaje al centro de esa otra persona. Es un viaje con consecuencias, pues no siempre lo que observas es algo que no suponga un cierto seismo en ti mismo.
Aquí está su mirada. La mirada de alguien que para muchos se reduce, aunque no se corresponda con su realidad, a unas siglas, MENA. Etiqueta y estigma. Uno de los rasgos de la gran crisis ético-política en la que nos encontramos, ese naufragio de la democracia, es precisamente saber que un chico como éste si es tildado de MENA está siendo ya convertido en el otro: el excluido, el peligroso, el delincuente.
Observo su mirada. Me adentro en ella. Y contemplo la incertidumbre de quien sabe de su situación, de quien sabe ya, a pesar de su juventud, que para él y para muchos otros el futuro es un lujo. No quiero decir con esto que él no crea que no tiene futuro. Quiero decir que no es tratado como un igual a nosotros. Quiero decir que cuando una mirada como ésta, aún anudada en algo que llamaremos infancia, expresa todo un territorio de incertidumbre y temor y refleja un mundo que hace de las desigualdades, de la injusticia, algo natural, es que estamos enfermos.