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LA HUELGA DEL CAMPO


Si el campo se para, la ciudad no come. No le falta razón a la pancarta. No les faltan razones a esas personas que asociamos al mundo rural, con a veces un cierto tono despectivo, para meter sus tractores y sus reivindicaciones en pleno centro de la ciudad. La mañana ha salido con niebla. Fría. Plaza de España. Tomo varias fotos. Tal vez cuelgue todo el reportaje. Me llama la atención ésta. Amo el lenguaje de la imagen, pero siempre diré que una imagen es, casi siempre, una multitud de enigmas que se abren a diversas interpretaciones. Como yo no pretendo documentar nada sino relatar algo me puedo permitir el lujo de pararme a contemplar la imagen que tomé aquel día. Sé que quería captar lo que estás viendo. Y la miro y surge un relato. El campo en huelga, y ese hombre, oscuro con su gorro rojo que cruza con paso decidido en dirección contraria. Por un momento imagino que es uno de los muchos inmigrantes que acaban trabajando en el campo, porque como no es un trabajo muy apreciado y sí excesivamente duro, es el trabajo que les dejamos a los otros. El campo en huelga grita desde sus tractores sus voces amarillas, verdes... Y el hombre del gorro rojo camina deprisa en dirección al tajo. Tal vez un poco más arriba le espera la furgoneta que habrá de llevarle a un campo donde hoy, día frío y neblinoso, se afanará en una tarea que está en huelga.

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